Özil ilumina al Madrid
El Real Madrid rescató el toque para superar con nota el examen de El Sardinero y seguir enganchado, mal que bien, al tren de la Liga. Privado de Cristiano y de sus medios de zapa habituales, Mourinho juntó a Xabi y Granero y el Madrid destiló más futbol que en ningún partido de este curso. Su primer tiempo fue primoroso, con un Mesut Özil iluminado. El alemán asistió a Adebayor para abrir el marcador y a Benzema para cerrarlo, aparentemente, con un escandaloso toque de exterior. Antes de la pausa, los blancos sumaron además dos remates al larguero. Tras la reanudación, Kennedy alimentó el sueño del Racing, pero Benzema zanjó la cuestión con su segundo tanto de la noche. Pinillos y Adebayor marraron sendos penaltis, ejecutados de forma tan heterodoxa como académico fue el triunfo del Madrid.
Las ausencias de Ronaldo, Lass y Khedira -cuesta creer que también la de Gago- obligaron a José Mourinho a cambiar de dibujo. Metió a Granero de medio centro y dejó a Xabi Alonso de único pivote defensivo. Özil y Di María ocuparon las bandas y arriba quedaron Adebayor y Benzema. La primera consecuencia fue que el Madrid fue superior, numérica y tácticamente, en el centro del campo. Como podría ocurrir en el 90% de los partidos de la temporada, Xabi se bastó para barrer lo que hizo falta ante un rival con un único punta -Rosenberg-. Sin doble pivote, no hubo sufrimiento. La enorme superioridad técnica del Madrid hizo el resto.
El equipo blanco firmó una primera parte antológica. Granero fue el socio de todos, discreto y eficiente, pero por encima emergió la figura de Mesut Özil, que firmó un partido soberbio. Aunque jugó tirado a la derecha, estuvo en todas las acciones de ataque del Madrid, siempre fresco de piernas y de ideas. Disfrutando. Desde el centro, tejió la jugada del primer gol, en la que se asoció sucesivamente con Xabi, Benzema y Adebayor, antes de dejar que el togolés hiciera la parte fácil. Algo más se lo tuvo que trabajar Benzema, al que habilitó con un tremendo pase al hueco con el exterior que el francés definió con su (bendita) frialdad habitual.
Efímera resurrección cántabra
Los goles llegaron mediado el primer tiempo. Pero, antes de eso, el Madrid había firmado ya dos remates al travesaño (Xabi y Benzema), además de una ocasión clamorosa de Marcelo, que hizo de cine lo difícil y de pena lo fácil. Sería excesivo decir que el Racing capeó el temporal como pudo, porque simplemente no lo hizo. Pero pudo irse al descanso muerto y enterrado, y estuvo a punto de resucitar. No pudo reanimarle Pinillos, que lanzó contra natura un penalti de Alonso a Giovani que atajó sin grandes agobios Casillas. Kennedy estuvo más certero tras un buen balón filtrado por Lacen, pero Benzema cortó de raíz cualquier amago de sublevación local. Fue a la contra, como se desenvolvió el Madrid en el segundo tiempo, en el que se limitó a regular, a jugar con el tiempo y el marcador. En la jugada en cuestión, nadie pudo frenar a Di María, que habilitó a Benzema. El francés volvió a ofrecer un clínic de definición quirúrgica: desde el pico izquierdo del área, con el interior, junto al palo largo de Toño. Adebayor pudo igualarle la cuenta (que no el juego, ni las sensaciones), pero lanzó un penalti nefasto. Nada extraño que lo fallara: el partido exigía que el lanzamiento llevara la firma de Özil. Man Of The Match, una vez más.
Marca.com