Al Atlético se le fue la luz en el Ramón Carranza mucho antes de que el partido se tuviera que parar quince minutos porque medio estadio se quedó casi a oscuras. Porque desde el inicio se vio a un Atlético sin ideas y sin frescura. Un trofeo como el gaditano merecía una mejor versión del conjunto rojiblanco, que hasta ahora había mostrado un buen nivel en la pretemporada. El Atlético se metió en la final del Carranza por la puerta de atrás y gracias a la inspiración de Joel en la tanda de penaltis. Sólo ahí fueron superiores los de Quique.
Tenía ganas la afición rojiblanca de ver a los suyos y seguro que se habrán llevado la primera decepción de esta nueva campaña. Por contra, los aficionados del Cádiz estarán orgullosos porque vieron a un conjunto fuerte, sólido, sin fisuras. Y que plantó cara desde el principio a un conjunto superior como el madrileño. El Cádiz, descendido este año a Segunda B, peleará por volver a la División de plata del fútbol español. Si el equipo andaluz muestra la concentración y las maneras de anoche estará luchando todo el año por recuperar el sitio que ha perdido hace bien poco.
Todo lo reseñable del partido ocurrió al final. En el segundo período. Quique lo vio tan mal que tuvo que sacar a toda su artillería pesada, Simao, Reyes y Agüero. El club había argumentado que el delantero estaba medio lastimado para evitar que juegue el compromiso del próximo miércoles con Argentina. Pero el Carranza obliga, pensaría Quique, que sabe que este trofeo no es cualquier cosa. El Rey del Carranza estaba ofreciendo una imagen mala, no lograba llegar con peligro a la portería rival y en la recta final del encuentro puso a sus teóricos titulares en liza.
Ni así. El Cádiz entendió que podía dar la campanada y se empleó con fuerza y contun dencia. Y el Atlético se desquició. Hasta el punto de que incluso Jurado, templado siempre, perdió la cabeza. Los madrileños hubieran evitado ir con los nervios a flor de piel si Diego Costa está más acertado en la primera mitad. El brasileño lo intentó, pero le faltó suerte. Tampoco la tuvo Jurado. Pero el Cádiz, con Caballero y Arriaga en plan jugones, dispuso de las suyas.
El encuentro se volvió loco al final. El árbitro no vio un gol clarísimo de Jurado a falta de quince minutos. La pelota entró un metro en la portería de Dani, que sacó como pudo el balón. A renglón seguido Perea regaló un penalti. Y a continuación, ya con el Atlético con la soga al cuello, fue el cancerbero del Cádiz, muy seguro e inspirado toda la noche, el que se llevó por delante a Agüero. Otro penalti y 1-1. Y luego la suerte favoreció a los del Manzanares. Será la tradición. Ya se sabe que el Carranza viste de rojiblanco.