Cuando el mundo habla de crisis mundial, unos ríen. Unos 100 banqueros que no leyeron moralmente el caos que estaba por llegar, decidieron lavarse las manos a tiempo y afrontar el cisma empujando al resto. Hoy, ellos han aprovechado las lagunas de la ruinosa justicia para eludir responsabilidades pues hay millones de personas que no tendrían la elección. Sus paraísos, epicentros financieros agigantados en los últimos años, son la mejor muestra, lo que concluye que el número de grandes fortunas está empezando a dispararse. El 1% de la población mundial domina un increíble 45% de la capacidad monetaria y un 10%, engloba un inquietante y drástico 80%. El resto, nos los disputamos a diario la grandísima mayoría, cayendo en la revolución social como única salida reivindicativa. Son las consecuencias del mundo a la Reaganomics (capitalismo salvaje).
El fútbol es el fiel reflejo de esa disparidad y desequilibrio radical del dinero, pues este verano de 2012 pasará a la historia por ser el de menor actividad en los mercados. Se busca tarde, mal y nunca. No por deseo, sino por obligación y máxima necesidad. Todos esperarán hasta las últimas horas del verano, allá por finales de agosto, con la idea clara de adquirir con urgencias, estirando las negociaciones, alargando al máximo las opciones y limitando cada inversión al mínimo pues cada euro es oro puro para los ‘elegidos’ que pueden afrontarlo. Es la muestra clave de la depresión, la voz de ese porcentaje mínimo que sustenta penurias dentro y fuera del césped. Y todos dependen de la mano, casi mejor de los cheques, que entregen este verano en Londres y París.
Roman Abramovich cambió la historia del
Chelsea el día que decidió invertir los enormes capitales activos de sus acaudaladas multinacionales en el oeste de la capital inglesa. No ha frenado nunca su derroche por agigantar la figura de los Blues en el mundo aunque sí ha sido este verano cuando, tras ganar la Champions League, ha entendido que era el colofón final a una era de veteranía con fecha de caducidad. Y esa renovación que deberían haber afrontado años atrás, se está desarrollando a toda prisa con el ambicioso margen del dinero predispuesto a salir de sus cuentas, donde en apenas un mes, existe un déficit de más de 80 millones de euros (sin contar que a Villas-Boas le seguirán pagando unos años más pese a su relámpago despido). Un día llegó, alteró y trastocó. Otro día, se irá, se despedirá y será momento de analizar la sonrisa, real o no, de Stamford Bridge.
Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, príncipe de Qatar, analizó durante diez años a los clubes europeos punteros. Su idea era poder adquirir aquél que más le convenciera y tras lograr aglutinar derechos deportivos en la Ligue 1, llegó a la teoría ideal, la de aprovechar la ausencia de clubes potentes y la fortaleza de una de las capitales del mundo:
París. El pasado año, debutó con 90 millones de euros (casi 100 si tenemos en cuenta el fichaje de Carlo Ancelotti para su banquillo) para lograr sacudir el fútbol francés, donde no pudo reinar per sí regresará a la Champions League. Escenario perfecto y de mayor competitividad por lo que la renovación completa de su proyecto se está llevando a cabo este verano con un gasto acumulado de más de 100 millones de euros. El Parque de los Príncipes nunca se vio en otra igual pero sí sabe lo que es lidiar con crisis económicas como la que, quizás, le tenga reservado el futuro post-qatarí.
Teniendo en cuenta que el número de grandes fortunas está empezando a dispararse, que la previsión es que el número de millonarios se duplique prácticamente hasta 2020 y que el año pasado el número de hogares millonarios en el mundo aumentó un 12%, la radicalización se demostrará fiel y drásticamente en el deporte rey. La dinastía de los millonarios se multiplica. Es el triunfo de la Reaganomics.