El Príncipe reina en EuropaEl Príncipe Diego Milito decidió sentarse en el trono europeo y ofrecer al Inter de Milán su tercera Liga de Campeones. Dos goles del argentino tumbaron a un encomiable Bayern en el Santiago Bernabéu. La trampa de Mourinho volvió a cazar el trofeo más preciado de todos. Y el Inter, 45 años después, vuelve a reinar en Europa.
La culpa de ello la tiene un delantero al que, por más goles y actuaciones memorables acumuladas, no se le valora en su justa medida. Diego Milito gritó a los cuatro vientos su condición de figura en el mejor marco posible, donde los grandes aparecen y lo común se hace pequeño.
Se engrandeció también la leyenda de José Mourinho, odiado por unos e idolatrado por otros, capaz de devolver al Inter a lo más alto. Él y la voluntad de unos jugadores que volvieron a ofrecer un recital de sacrificio, solidaridad, disciplina táctica y pegada, mucha pegada.
Porque el juego, todo hay que decirlo, lo puso el Bayern. Al menos el juego combinativo. Y es que las ayudas defensivas, los balones en largo, los contraataques en tres toques y la efectividad arriba, por mucho que a algunos les pese, también es fútbol.
Robben contra el mundo
Con esa premisa, la que acompañó al Inter en su andadura por esta 'Champions', el equipo italiano volvió a desquiciar a su rival. Un Bayern que atacó y atacó hasta la extenuación abrazado al desborde de Robben. Quizá esa dependencia explique mínimamente el triunfo del Inter, más versátil, mejor acondicionado a las distintas fases por las que pasa un partido.
Y eso que Robben estuvo de fábula. Superó a Chivu siempre y sólo la molesta aparición de Cambiasso le ocasionó problemas. Pero al Bayern de Van Gaal le faltaron otras cosas: fluidez, remate y suerte, ese factor que siempre acompaña a los campeones. Ese elemento que hoy estuvo del lado 'nerazzurro'.
No fue muy necesaria durante el primer acto, donde otra telaraña interista atrapó al despliegue ofensivo del equipo de Van Gaal. Con Zanetti como pivote, Eto´o disfrazado de carrilero y Cambiasso como chico para todo, el Bayern apenas ocasionó peligro y sólo la velocidad de Robben alteró la tranquilidad defensiva de los italianos.
Los de Mourinho esperaron su momento y su paciencia obtuvo recompensa. Diego Milito convirtió un saque de Julio César en una jugada de ataque con una facilidad asombrosa. Con un toque bajó el balón y cedió a Sneijder, que entendió la arrancada del argentino y le dejó en disposisicón de marcar. El argentino, como era de esperar, no falló.
Milito reclama su sitio en la historia
El tanto, lejos de nublar las intenciones bávaras, reafirmaron a los de Van Gaal en su propuesta. De una tediosa primera parte se pasó a un asedio dañino de los alemanes. Pero ahí, superada la muralla interista, apareció el guardián de la fortaleza 'nerazzurra'. Julio César, decisivo como siempre, sacó un mano a mano en la reanudació a Müller y se inventó una estirada prodigiosa a un disparo envenenado de Robben.
Cuando se olía el empate, mientras el gol alemán flotaba en el ambiente, El Príncipe impregnó al Bernabéu de un aroma mágico y obsequió a los aficionados con una de esas imagenes perpetuas de las finales, como aquel gol de Zidane, igual que el tanto de Belleti, por recordar algunos ejemplos.
Su recorte sobre Van Buyten, elegante, preciso, ya forma parte del lujoso catálogo de las finales europeas. El Príncipe cerró la final y reclamó la hegemonía del área, esa zona que le pertenece por méritos propios. Mientras se le reconoce lo que es suyo, el Inter ya goza de esa supremacía en Europa, con Mourinho a la cabeza.
Marca.com