Los grandes siempre vuelvenLa historia del Atlético de Madrid siempre la escribieron jugadores como Forlán, goleadores y competidores en estado puro, o como Agüero, genios capaces de sacar peligro de un balón perdido, o como Domínguez y De Gea, gente de la casa que sacan lo mejor en los partidos más trascendentales. Gracias a ellos, y también a otros, el Atlético vuelve a sonreir y a colocar su nombre en Europa. Ganó al Fulham (2-1) en la final de la Europa League con un doblete del uruguayo, el segundo tras una gran jugada de Agüero, y con un partido soberbio de sus dos canteranos, que sostuvieron al equipo en los peores momentos.
Mucho se ha escrito en los últimos años de la condición de 'Pupas' del Atlético. En Hamburgo se demostró que de eso, nada de nada. El Atlético siempre ha sido un club ganador y con la suerte necesaria, como corresponde a los ganadores. Porque el Atlético ha buscando esa suerte a lo largo de toda la competición y la ha encontrado. La tuvo en Liverpool y la tuvo en la final, frente al Fulham, cuando más raro estaba el partido, cuando el Atlético empezaba a ver los fantasmas de sus anteriores finales. Ahí apareció Agüero para pelear un balón que se perdía, con plomo en las piernas tras casi 120 minutos de pegarse con Hangeland y Hughes. Midió a este último y centró al corazón del área, donde Forlán remató como pudo, no fue el mejor remate de su vida, pero el balón superó a Schwarzer. El gol, y el peregrinar del Atlético durante toda la competición, ha tenido de todo menos de 'pupas'. Ese calificativo es para otro, no para el Atlético.
La final fue como se preveía, con tensión, con nervios. En los primeros minutos el balón no pasó por ningún centrocampista, el Fulham buscaba a Zamora y el Atlético a Forlán y Agüero, los dos de forma directa, y ahí el equipo inglés es mejor. Hasta que no apareció Agüero para bajar el balón y sembrar el terror en la defensa del Fulham, el Atlético no mostró su superioridad. El argentino hizo dos jugadas antológicas, con recortes marcas de la casa, demostrando que por abajo los delanteros rojiblancos eran muy superiores. Cada vez que caían a banda Forlán y Agüero y los centrales del Fulham salían de su sitio, el Atlético tenía superioridad.
El gol del Atlético llegó en la primera aparición de Reyes en el partido, y casi la única. El sevillano desbordó por la derecha y puso un buen balón a Simao, el portugués la tocó en la frontal, Agüero chutó y el disparo del argentino se convirtió en el mejor pase posible para Forlán, que acudió como hacen los goleadores. Le bastó un solo toque, tac, para superar a Schwarzer. La final estaba encarrilada, lo más difícil estaba hecho, pero al Atlético no le gustan las cosas fáciles. Poco después, Perea se enredó, Bobby Zamora le hizo un nudo y Davies terminó marcando de volea tras un pase de Gera dentro del área. Sí, había que sufrir.
Desde ese gol hasta el descanso, el Atlético tuvo sus mejores minutos. Encerró al Fulham y jugó con coraje y atrevimiento, como pidió Quique en la previa. El equipo inglés estuvo a punto de sacar la bandera blanca, pero Schwarzer le mantuvo en pie. El meta le sacó un buen disparo a Forlán. En el segundo acto, el Atlético salió con la caraja y el Fulham dio un paso adelante, como si se lo hubiera creido tras el gol de Davies. Pasó un mal rato el Atlético y De Gea tuvo que acudir un par de veces al rescate, en una salida a los pies de Gera y en un disparo de Davies. En esas, Hodgson retiró a Zamora y el Atlético respiró. El fuerte delantero inglés metió en problemas a Perea y el Fulham creció a su alrededor. Sus molestias fueron un alivio.
A partir de ahí, el partido fue la típica final en la que hay más miedo a perder que otra cosa. Ninguno de los dos equipos quiso destaparse con cambios ofensivos, primaba más guardar la ropa. Quique quitó a Reyes y Simao y Hodgson a Duff. Eso sí, de quitar a Assunçao, Raúl García, Murphy o Etuhu ni hablar. El Atlético no estaba del todo cómodo. Aunque los disparos con mayor veneno eran suyos, no mostraba la superioridad que se le suponía, o no al menos como le gustaría demostrarla.
El choque se fue a la prórroga, con los equipos tiesos por el estado físico, en especial el Atlético. Alguno se acordó de la prórroga del 74, de aquel gol de Schwarzenbeck, el gol más triste que jamás ha encajado el Atlético. Otros preferían quedarse con la de Liverpool de hace apenas quince días. Las figuras estaban reventadas, pero acudieron al rescate. Al final de la primera parte del tiempo extra, Salvio y Agüero no acertaron a un palmo de la portería tras una buena jugada de Forlán. El premio lo encontró el Atlético muy al final, cuando ya se pensaba más en los guantes salvadores de De Gea en los penaltis. La pelea de Agüero, su centro y el remate de Forlán ya está en la retina de todos los atléticos. De nuevo fue Forlán, el héroe de este equipo durante toda la competición. Su nombre ya está con letras de oro en la historia rojiblanca. Que Neptuno le bendiga.
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