Combate nulo; Liga sentenciada
La Liga viaja hacia el Camp Nou, aunque nadie sabe adónde va este clásico de cuatro tiempos. Porque el preámbulo, decidido por dos penaltis de Muñiz Fernández, puede cargar de razones a unos y otros. El Barcelona, dueño absoluto del balón, dejó escapar un 0-1 con superioridad numérica. El Madrid, todo corazón, salvó una situación crítica que le refuerza en sus convicciones para el futuro. El próximo miércoles en Mestalla, más y mejor. [Narración y estadísticas (1-1)]
Fue un prólogo denso, con todas las figuras en acción y ni una concesión a la galería. El Barcelona propuso su fútbol de siempre y el Madrid respondió con coletazos de casta. Hubo polémica y una resolución casi de infarto. Un señor calvo se llevó un frustrante balonazo de Messi y Mourinho terminó hasta el gorro del cuarto árbitro. Chamartín marchó a dormir con media sonrisa, consciente de que la Liga está perdida y de que hay luz en las tinieblas. Así de duales son las emociones en el fútbol.
No hubo que esperar ni un minuto para comprobar que el Madrid se conformaba sin el balón. O mejor dicho, con aguantar tras la medular y resignarse a la posesión azulgrana. Concedió un eterno rondo y apretó las clavijas con su flamante trivote. Pepe no quitaba el ojo a Xavi y Messi se venía al medio para intentarlo. Alonso se entregaba y Khedira tampoco daba tregua. Se aceptaba cualquier recurso que ralentizase el juego, cualquier mordaza para silenciar el monólogo visitante.
Un planteamiento casi calcado al del Inter hace un año en la ida de Champions. Una renuncia aceptada por el Bernabéu, que hace unos meses fio su suerte a Mourinho. El Madrid se agazapaba a la espera de mejor suerte en la contra o el balón parado. No por casualidad, Valdés debió embolsar en el minuto 10 un libre directo de Cristiano. Había que llegar ahorrando los preámbulos, engullir antes que masticar. Un robo en la media de Pepe y el desmarque de Cristiano por la derecha parecía la mejor manera.
Peligro a balón parado
Tampoco el Barça incordiaba demasiado a Casillas, así que todos contentos. Tras una combinación eterna, Iniesta encontró el desmarque de Messi, corto en el intento de vaselina. Luego, Villa cayó en el área y Piqué se ganó la amarilla por protestar penalti. Se acercaba la media hora y el Madrid decidió apretar más arriba.
Fueron minutos de atenciones para Puyol y Piqué, juntos de nuevo tres meses después. Di María compareció por la izquierda para chutar por encima del travesaño. Y Adriano barrió bajo palos un testarazo de Cristiano al borde del descanso, perfecta réplica a un zurdazo en escorzo de Messi. Tanto cloroformo y la fiesta se animaba justo antes de la pausa.
Se jugaba con la pelota y con las emociones, un equilibrio tácito que no venía mal a nadie. Mou quería evitar sonrojos y al Barça le salían las cuentas hacia el título. Quiso contravenir los esquemas Cristiano, con un misil teledirigido que superó la barrera y estalló en la cepa del poste. Falsas esperanzas para Chamartín, porque justo después, Albiol se llevó por delante a Villa y Muñiz no dudó con la roja.
La lesión de Puyol
Ni Mourinho lo hubiera cuadrado mejor en sus pesadillas 'conspiratorias'. Porque perseguir sombras con 10 desquicia al más valiente. Y porque obliga a cambios estructurales, como el regreso de Pepe a la zaga y la incorporación de Özil en lugar de Benzema. Arbeloa quedó a la derecha y Ramos se fue al centro. Se cerró el Madrid para evitar males mayores y del resto se encargó Özil.
Bastaron dos o tres controles del alemán para devolver el aroma a fútbol. El Barça se veía festejándolo en Canaletas, prosiguió su rondito y no se dio por aludido. Ni siquiera cuando Puyol debió abandonar la hierba cojeando de un muslo. Únicamente pasaba sofocos en la pelota parada, como en un cabezazo de Pepe. Pero bajar los brazos ante el Madrid siempre se pagó caro.
Cuando Muñiz castigó la entrada de Alves a Marcelo debió mostrarle la segunda amarilla. Si no hubo nada punible, nada le importó al Bernabéu, más que exultante por las tablas. Pocas veces un empate se celebró tanto. Y pocas veces significó tan poco ante la que se avecina. Olvidado Muñiz, todo se decidirá en Mestalla. Tanto la Copa como la Champions.
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