El Inter renace de sus cenizasDicen que a los enemigos hay que matarlos dos veces para acabar con ellos. Eso no lo va a olvidar el Bayern en el resto de sus días, que no remató al Inter cuando estaba herido de muerte, cuando sangraba y su destino era evidente, el de morir tiroteado en el Allianz Arena. Los de Leonardo fueron el malo de la película. Parecía que su vida estaba pasando por delante, pero realmente estaba vivo y acabó cumpliendo el objetivo de convertir al Bayern, otra vez, en víctima propiciatoria. Los de Van Gaal no finiquitaron al Inter, pero la reacción 'neroazzurra' no fue de equipo de campeón de Europa, fue de campeonísimo, de emperador romano. El Inter renació de sus cenizas para elevarse por encima de todos y recordarle a Europa que el trono le pertenece.
Lo que se jugó en Múnich no fue un simple partido de fútbol, fue una batalla utilizando el balón como arma arrojadiza que permanecerá en la memoria por los siglos de los siglos. El lamento del Bayern es evidente después de verse vencedor. Su verdugo del Bernabeú, al que tenía con la soga al cuello, no sólo fue capaz de quitársela, sino que volvió a acabar con los de Van Gaal. Fue una muerte repentina para el Bayern, que lloró su destino como lo hicieron Kahn y Kuffour en el Camp Nou hace mucho tiempo, pero pareció que fue ayer.
Pasó de todo en el Allianz en un encuentro sin descanso, sin respiro. Los dos equipos no tuvieron tiempo ni para pensar. Fue algo extraordinario, maravilloso para la vista. El Inter viajó a Múnich en desventaja tras el 0-1 de Milán y Etoo se encargó de igualar la eliminatoria pronto, muy pronto. Pandev metió el balón al espacio en el minuto 4 y apareció una pantera que siempre tiene hambre. Arrancó Samuel, ligeramente adelantado, y batió a Kraft por bajo. Era volver a empezar.
Ataques sin defensa
El disparo interista alcanzó al Bayern, que no respondió hasta el minuto 21, frontera de cambio de registro. El Bayern previsible, encontró la luz en un error de Julio César, otro en la eliminatoria. Robben desprendió un latigazo y el portero brasileño no logró defenderlo. No atrapó el balón y Mario Gómez, armario alemán, pareció otro elevando el balón por encima de la cabeza de Julio César y empatando el partido. Fue el principio del fin para el Inter... o eso nos creímos...
El gol de Mario desencadenó una lluvia de meteoritos sobre la meta interista. El Bayern fue un escándalo de medio campo hacia delante. Robben y Ribery se marcharon a la velocidad de la luz siempre que miraron a los ojos de su enemigo, Mario Gómez estuvo más fino que nunca y Müller hizo todo bien, tan fácil de decir como de aplicarlo a la vida real. El Bayern contó con la colaboración de la defensa del Inter, personificada en Lucio y Ranocchia, dos defensas de chiste que generaron ocasiones contrarias antes que evitarlas. Julio César se vengó en dos ocasiones y también le ayudó el palo para evitar una masacre. El segundo lo hizo Müller con ayuda rival, pero pudieron ser muchos más. El Inter pudo irse al vestuario con un manotazo en la cara, pero no se fue. El Bayern no lo olvidará ni se lo perdonará.
La inmortalidad de Etoo
La segunda mitad no minimizó el hambre alemán, que siguió lanzándole flechas al Inter, pero algo ocurrió en el minuto 63. Un pase, un disparo, cambiaron la dirección del encuentro. Cedió Etoo a la frontal y Sneijder disparó con el alma, abajo, para hacer el 2-2. Un gol cambió el mundo.
El Bayern fue perdiendo hombres por secuelas físicas de la batalla que se estaba librando, Robben y Van Buyten, y el Inter fue ganando terreno. Cuando se quiso dar cuenta el equipo de Van Gaal una bala le alcanzó. Fue en el 88', al límite del bien y del mal, al límite de la vida o la muerte. Otra vez apareció Etoo, insaciable, para cubrir su presa de cuero y ver la irrupción de Pandev, macedonio que fusiló a Kraft y explotó el partido. Era el campeonísimo de Europa, que vive y seguirá buscando víctimas.
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