Se prolonga la pesadilla europeaEl Sevilla decepcionó en su estreno en la Europa League y fue despedido con pitos en el Pizjuán tras caer por la mínima ante el PSG (0-1). Un gol de Nené en el segundo tiempo premió al equipo francés, que fue mejor y supo llevar el choque a su terreno.
Ese terreno no era otro que el del ritmo anodino, ataques en estático y pocas opciones a la sorpresa o los desbarajustes defensivos por correr más riesgos de la cuenta. A ello contribuyó un Sevilla previsible, sin orgullo, con muy poco fútbol y sin capacidad de respuesta al planteamiento rival.
Antoine Kombouare lo tenía claro: nada de correcalles y tapón en las bandas para obligar al equipo español a buscar los ataques por el centro. El doble pivote Dabo-Zokora acentuó la lentitud en la circulación de balón e hizo más difícil que las bandas, con Navas y Capel, tuvieran opción al desborde. Cuando el balón les llegaba, la ayuda defensiva ya estaba allí desde hace un rato.
A pesar de ello, y como es lógico, el Sevilla tuvo sus ocasiones. Fueron aisladas y casi intrascendentes, pero las tuvo. Una volea de Alexis, un disparo lejano de José Carlos o una acción personal de Luis Fabiano rompían la monotonía. Asustar, lo que se dice asustar, lo hacían los parisinos. En concreto Erding, errático en dos cara a cara con Palop antes del descanso.
Las sensaciones no eran buenas y Antonio Álvarez optó por probar otras variantes, desacertadas a la vista. Se quedó en los vestuarios José Carlos (de lo poco salvable en el Sevilla) y Cigarini y entraron Guarente y Kanoute. Del 4-2-3-1 al clásico 4-4-2 con dos referencias ofensivas.
Con diez más Navas
De poco sirvió. La apatía en su juego e inoperancia ofensiva fueron a más con el paso de los minutos. A la cadena de despropósitos del conjunto hispalense se sumó uno mediado el segundo acto que más que desesperante, resultó surrealista.
El cambio de Perotti por Capel dejaba al Sevilla sin posibilidad de recambios con 25 minutos por delante y la diosa fortuna castigó al técnico sevillista. Navas se lesionó y no quedó más remedio que aguantar con diez y un jugador cojo sobre el terreno de juego.
Sólo tres minutos después, a cuarto de hora del final, Nené encontraba un pasillo inexplicable en el lado derecho y batía a Palop con algo de fortuna. Lejos de apelar a su condición de local y provocar un arreón en los últimos minutos, el Sevilla se dejó llevar hasta el final del partido, momento en el que el Pizjuán le obsequió con una merecida pitada.
Más allá del resultado, lo que realmente preocupa de este encuentro es que el Sevilla pareció un equipo sin alma, con muy poca imaginación para buscar soluciones a las trabas planteadas por el rival y lo que es peor, aún tocado por su elminación en la previa de la Champions. Hay tiempo para reaccionar, pero cada vez menos.
Marca.com