En Braga, capital religiosa de Portugal, también se hablará desde anoche del misterio del Sevilla, que se rompió en mil pedazos en una segunda parte de horror y se complicó de mala manera (1-0, resultado con leyenda en Europa) su clasificación para la fase de grupos de la Champions. Álvarez puede dar hasta las gracias, porque la noche pudo terminar en pesadilla para el Sevilla, que se disolvió como un azucarillo y vio la cara amarga de sentirse menos físicamente. El sábado se había llevado por delante al Barça en la segunda parte. Fue un avión. Anoche el Sporting de Braga le zarandeó y dejó una imagen preocupante y un maletín con muchos millones, tantos como el 20 por ciento de su presupuesto, en el aire.
Rugió Braga, que presenta un estadio, un césped y una afición modélica. Y se ve ante el momento más grande de su historia. Deportivo y económico. Tal vez lo que Del Nido les recordó a sus jugadores antes del partido se lo refrescó Domingos a los suyos en el descanso. Hasta entonces, el Sevilla había tenido autoridad. Se quedó con la pelota (66 por ciento de posesión en la primera parte) y destrozó psicológicamente al Sporting, al que sobrecogió tanto crack. Navas empezó el partido con un quiebro primoroso y un centro de gol que Luis Fabiano estrelló en el palo. Era el minuto 4 y, por lo que se vio en la primera parte, un momento definitivo. Ese gol de Luis Fabiano hubiese terminado de derretir al Sporting. Pero, como en Moscú el año pasado, el Sevilla pecó de compasión y Domingos, ídolo en Braga desde su llegada, no se lo perdonó. Tocó las teclas oportunas con los cambios de Silvio y Lima y conectó a sus jugadores, que habían sido víctimas de una bajada de tensión y autoestima espectacular.
El resultado fue un Sporting nuevo. Y estímulos nuevos para una afición que empezó a entregarse y a arrinconar al Sevilla, que cuando se quiso dar cuenta ya había perdido el control. Gol de Matheus, 1-0.
Y ahí se quedó, porque en la media hora que quedaba el Sevilla no fue capaz de improvisar nada. El cambio de Perotti por Diego Capel no resultó y Álvaro Negredo y Cigarini no tuvieron tiempo para nada. Álvarez tardó en los relevos porque el Sevilla se había desconectado hacía mucho. Ya deambulaba, corría como pollo sin cabeza en un festival de desorden y sólo veía las camisetas rojas del Sporting de Braga. Iluminado, peligroso, confiado. Y la sensación final fue muy mala para el Sevilla. Por todo. Porque supo que debía haber dejado resuelto el asunto. Porque descubrió que el Sporting no es tan tierno como creyó. Y porque hay una maleta con siete millones de euros que está en el aire.